lunes, 21 de junio de 2010

Artista con una ética del sentido

Las obras que se exponen son figurativas, en papel, pero realizadas de tal manera que sólo puede verse la imagen si se enciende una luz fuerte detrás. Para lograrlo, el autor diseñó unas cajas interactivas, con lámparas en su centro.

Por Beatriz Vignoli

"Me gusta coleccionar textos de semiótica y más aún si son inactuales", escribe Edgardo Donoso en el texto de catálogo de la muestra individual de obra reciente que inaugura hoy en el Rectorado de la Universidad Nacional de Rosario (Córdoba 1814). Definir la técnica de esta obra es una tarea compleja. Se trata, en primer lugar, de obra figurativa en papel, pero realizada de tal manera que sólo puede verse la imagen si se enciende una luz fuerte tras el papel. Con la intención inicial de habilitar esto, el autor diseñó y construyó unas cajas especiales de madera, interactivas, con lámparas en su centro. Las cajas no sólo permiten una graduación de la luz sino que la llave sea manipulada por el espectador. Además de los papeles, incrustados en vidrio líquido, portan otros elementos: textos latinos, acentos abstractos de color.

Sostiene el autor que es todo el "dispositivo" lo que constituye la obra (la cual entonces entraría en el género del objeto conceptualista). Un modo más conservador de pensarlo es decir que las cajas son apenas el montaje, soporte o marco de una obra en papel que depende de ellas para ser vista (en este caso se corre el riesgo de que los criterios estéticos actuales la dejen relegada a la categoría de artesanía). Más interesante aún sería plantear que la obra es el instante en que el espectador enciende la luz y descubre la nítida imagen.

No se trata de cualquier imagen, sino de un texto visual de densa trabazón semántica y que propicia un modo de contemplación espiritual, es decir, que involucra la estructura subjetiva de un modo profundo, significando más allá de la conciencia. Los signos que urden a estos grupos de figuras fueron "hallados" por Donoso en una lenta búsqueda, marcada por largos tiempos de espera de la transformación del signo en significante. El autor no se apresuró a interpretarlos echando mano de alguna clave o código prefabricado, sino que dejó que fueran apareciendo y después los talló o grabó en el papel mediante un procedimiento que se parece a la excavación arqueológica.

Además de diseñador profesional, Donoso es docente de Semiótica en la Escuela de Bellas Artes de la UNR y director de varios cursos de posgrado en dicha casa de estudios, de donde egresó. Su pasión por un coleccionismo "inactual" en la disciplina que enseña allí lo llevó a la Semiótica agustiniana de Valentín Cricco, quien lo introdujo a un texto no muy conocido de Agustín de Hipona: "El maestro". Escrito en el año 389 de nuestra era, "El maestro" registra un diálogo de Agustín con su hijo Adeodato, quien entonces tenía dieciséis años y falleció poco después. El padre se había convertido al cristianismo un par de años antes. El primer teólogo de la patrística formula aquí cuestiones semióticas que luego resurgirán en la lingüística moderna, y nada de eso vendría al caso en el contexto de esta nota si no fuera porque Donoso, en las obras que presenta en esta primera exposición individual "externa" de su obra plástica (antecedida de Elidere, una muestra de trabajos estudiantiles en 1988) elige representar escenas de la vida del filósofo: vida en la cual se interesó mucho a partir de leer El maestro.

La técnica utilizada es única y sorprendente. Es difícil y exige virtuosismo. Donoso la trae del diseño al arte y la denomina "papel elidido". Se trata de tallar el papel de algodón como con un bisturí, desprendiéndole capas y produciendo distintos grosores cuya diferencia a simple vista es imperceptible. Pero, si se ilumina fuertemente el papel al trasluz, estas diferencias de pronto se traducen en una gama de blancos y grises y las figuras aparecen como por arte de magia, tal como aflora el sentido de un poema a la luz de la inspiración. Así lo describía en 1988 el crítico Javier Sánchez, por entonces compañero de estudios del autor: "En Elidere, se opera no con una noción de superficie material, sino con la posibilidad interior de la materia al ser penetrada por la luz; la figura no surge por efecto gráfico, sino por un efecto físico, un contraste de luz y sombra, gracias a los distintos grados de densidad de materia expuesta". El efecto era un dato estético importante en los 80, cuando resurgía en el arte la cuestión del sujeto.

Técnica e imágenes convergen en esta serie de obras merced a una compleja red de significantes y significados que Donoso fue tramando. La escena inicial del proceso creativo (que se encuentra tercera en la serie expuesta) es la más conocida de la leyenda de San Agustín, quien, a diferencia de otros hombres canonizados por la Iglesia, tuvo una vida bien interesante. Se trata de su encuentro en la playa (narrado en las Confesiones) con un niño, quien trataba de meter todo el mar en un hoyo cavado en la arena. El sabio interpretó esto como una parábola de la imposibilidad humana de conocer racionalmente lo divino. Donoso invierte el sentido de la fábula: sí nos es posible conocernos mutuamente mediante el lenguaje. Así, en otra de las escenas (la cuarta, la de la conversación con Adeodato), muestra signos que viajan de una cabeza a la otra. Mucho de lo que conmueve en estas imágenes son gestos y formas que evocan la representación barroca de la figura humana en función de temas religiosos cristianos, a los que Donoso reelabora y transforma en una reflexión sobre las carencias y los afectos. También hay referencias al arte de la Edad Media, al de Joaquín Sorolla y al de Félix González Torres. El título de la muestra, Charitas, alude a la virtud cristiana por excelencia pero también admite una interpretación en el sentido de la carencia o falta. La delicada, más bien exquisita técnica le permite además mostrar estas escenas monacales en gamas de grises que recuerdan las tintas japonesas no sólo por eso, sino por el tipo de figura. Con todo lo atemporales que parecen, los ascéticos monjes y la iluminación (literal, además) remiten a cierto imaginario cultural pop de su generación.

Donoso nació en San Nicolás en 1964. Tiene dos hijos (y el tema de la paternidad es relevante tanto en su trabajo como sus fuentes). Eligió incluir en esta muestra los tres textos que acompañaron a Elidere: el citado de Sánchez más uno de Eleonora Fabbro y otro de Lucrecia Gilardoni. Les suma una reseña escrita en 1988 por otra compañera de la Facultad de entonces, la inolvidable Liliana Grinberg. Más recientemente, colaboró en un seminario con la psicoanalista Dora Gómez. Hay toda una ética del sentido que rige su producción plástica, la lentitud de cuyos tiempos se justifica por el anclaje en lo real de sí mismo. Esta ética es más rigurosa aún que la de muchos analistas y analizantes. No prescinde del discurso ni lo ilustra, pero bucea tras sus escenas como hasta el fondo del mar. Y si nada de esto resulta banal es por los recursos que Donoso despliega, tales que no sólo despega sus imágenes de lo autobiográfico donde se arraigan, sino que mediante su recepción las abre al espacio de una intersubjetividad. "Signos, uniendo fisuras". O, parafraseando a Clausewitz, quien dijo que la guerra es la continuación de la política por otros medios: ¿serán acaso el arte y la crítica, al menos en algunas de sus manifestaciones, la continuación del psicoanálisis por otros medios?

Texto Publicado en el diario Página 12 el martes 8 de junio de 2010. Disponible en internet:

http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/12-23915-2010-06-08.html

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