lunes, 21 de junio de 2010

Sin la “definitud” de la obra

Eleonora Fabbro

En las antiguas concepciones del Arte, se ponía el acento en el polo de la “definitud” de la Obra, lo que le exigía al lector una respuesta unívoca.

Desde hace unos años, la sensibilidad estética ha ido cambiando (ya desde el Simbolismo francés de la segunda mitad del siglo pasado), y el autor, por más fiel que pretenda ser a su Obra, ya no puede dejar de prever las distintas posibilidades de interpretación y lectura que dicha Obra suscite; cuestión importantísima en el Arte como hecho comunicativo y diálogo interpersonal.

La sugestión no apunta solo, a un concepto intencional del autor, sino a una amplia gama de interpretaciones libres, indefinidas, ambiguas y a una plusvalía de sentido dada, de acuerdo a la disposición de cada “mirón-lector”.

Edgardo Donoso “juguetea” constantemente en su Obra, con esos elementos de seducción, con rasgos no definidos, (a veces de manera no explícita), colocando al espectador en el papel de “juez de crítica severa”, “vapuleante”; público que, al mismo tiempo (sin percatarse muchas veces de ello), está incluido en cada una de sus obras.

Rosario, 1988

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