lunes, 21 de junio de 2010

El vacío mira hacia la plenitud.

Graciela Pizzichillo

Charitas. Así titula Edgardo Donoso esta muestra que nos presenta en el hall Central de Rectorado.
En este ambiente el lenguaje musical, entre cuerdas y teclado, acompaña al discurso de las obras. Nos da posibilidad de apreciarlas, colocándolas de tal forma en un sitio, con el cual están íntimamente ligadas, que interroga y conmueve por su valor puramente estético.
Las imágenes nos llenan de interrogantes. La luz colabora intensamente para que esto ocurra. Muestra y oculta con diferente intensidad. Parece transportarnos a lejanos personajes que por sus vestimentas oscilan entre sofistas y monjes. Cuerpos de un pasado que transforman su pensamiento originario en una "realidad" detrás o por debajo del discurso prevaleciente de una época.
Nos preguntamos si es su propio ser representado en la evolución de su tiempo personal, donde su yo, es mostrado desde la ilusión creada esencialmente por el discurso, un "yo" constituido más allá de la técnica, muy original por cierto.
¿Será Donoso conciente de su discurso dominante y de su propia conciencia elevada y abarcadora? El interrogante presenta a veces dificultad y permanece sin respuesta, como un problema inocultable y obvio.
El autor habla de “conversación” y hay coincidencia. Al mirar las imágenes nos sentimos atrapados por una intimidad, por un diálogo casi secreto entre obra y espectador produciéndose una comunicación significante.
Las imágenes nos recuerdan en parte al arte pictórico chino, que adquiere significación a partir de una noción, el vacío. Principio dinámico y activo que organiza lo Uno y lo múltiple, la combinación de unidades por pares, la distinción de niveles, las redes de alientos vitales originales que unifican.
Son procedimientos de discontinuidad, de reversibilidad, de reciprocidad entre el sujeto y el mundo objetivo.
El vacío mira hacia la plenitud, y lo lleno constituye lo visible de la estructura, regulando el tiempo y el espacio. Ambos son solidarios y transmutables. El vacío, introduce un movimiento que enlaza al sujeto con el espacio originario. Esto permite acceder a una reflexión.
Es en la pintura donde el vacío se manifiesta más completamente como espacio no pintado. La raspadura se convierte en pincelada, como expresión del pensamiento en acción.
La “técnica quirúrgica” como Donoso la llama, no apunta solamente a ser un objeto estético, compromete al autor totalmente. Intenta reproducir (espacios en los que la vida sea posible). Con la posibilidad de sumarse a los gestos de la Creación. Es el modo de hacerse cargo del ritmo y las pulsiones secretas del hombre, desatar nudos y afrontar la dicotomía vacío/lleno.
El autor atravesando la trama del soporte comienza a narrar. Parece acercarnos ideogramas, dejando huellas de trazos gruesos o finos, rápido, instantáneo y rítmico.
Hay una cuestión relativa a la acción de la luz, que se expresa en el juego de la intensidad. La luz nos remite al contraste y determina atmósferas, transparencias, modelado de las formas, impresión de distancias. Privilegió el tono del papel, como si tomara la idea del budismo: el color es el vacío, el vacío es el color…
Edgardo Donoso no sólo se propone reproducir los efectos de luz, sino captar la luz en la fuente de la que emana: es algo subjetivo, relativo a mirarse adentro. Dos binomios: interior exterior y lejano cercano que se equilibran y contrastan. Haciendo ejercicio de su habilidad, presenta obras donde traza líneas en combinación con planos en distintos valores de blancos, con la presión de su mano enfatiza la profundidad y el volumen para relatar historias. A través del dibujo es donde consigue una expresión más libre y en la que desarrolla su verdadera personalidad.
Utiliza como un papiro al soporte sobre el que dibuja. Queda marcado y cerrado sobre sí mismo. Luego es desocultado por el espectador, quien participa así del milagro de desanudar el tiempo, revivir el ritmo vivido, contemplando la obra un largo rato.
Donoso nos alienta hacia una búsqueda del devenir. Nos insita a unir las figuras como quien recomienza un tiempo dejado, posibilitando un hecho planteado de ese modo, en el límite, le da al relato el exceso de una afirmación no concluyente, ni está fija en una certeza. Surge la necesidad de la interpretación., la cual no es develamiento de una única verdad oculta, sino la imagen que tiene muchos sentidos nos lleva a ese proceso. Puede prestarse a más de una interpretación, pero Donoso nos provoca a continuar hablando incluso cuando ya todo ha sido dicho, mostrándonos un disfrute con la simplificación sensual de la realidad. Mención especial merece su maestría en el dibujo, medio a través del cual canaliza sus obsesiones personales y artísticas en diferentes momento de su vida. Nos hace comprender que con la pérdida de lo accesorio se recupera lo esencial y podemos acortar la brecha existente entre el arte y la vida.
Rosario, jueves 10 de junio de 2010.

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